En nuestro medio ha pasado inadvertida la obra de una importante
latinoamericanista que desde la Ciencia Política se ha ocupado centralmente de
Bolivia. A diferencia de los académicos de esta disciplina, fue de las primeras
en el Norte de ocuparse de los partidos indigenistas, o mejor, de la política
emprendida por y con banderas de los pueblos indígenas en nuestra región. La
última –luego veremos en qué exacto sentido- de las obras de Donna Lee Van Cott
fue Radical Democracy in the Andes.
(Cambridge University Press, New York, 2008) ya como miembro del cuerpo docente
de la University of Connecticut.
En el citado libro, la autora realiza una comparación
de los partidos indigenistas en Ecuador y Bolivia principalmente, en funciones
de gobierno municipal. El área andina fue el ámbito privilegiado de su trabajo
de investigación que a finales de los noventas hiciera con los procesos de
reforma constitucional e institucional en Colombia y Bolivia publicado con el
entusiasta título de The Friendly
Liquidation of the Past (Pittsburg, University of Pittsburg Press, 2000),
que fue inicialmente su tesis doctoral. Otro de sus libros (From Movements to Parties in Latin America:The Evolution of Ethnic
Politics (2005, Cambridge University Press), entre uno y otro de los nombrados fue merecedor del premio de mejor
libro en Política comparada en la rtespectiva sección de la comunidad académica
de latinoamericanistas (LASA). Sirvan estos antecedentes para leer las
afirmaciones a continuación como provenientes de alguien con trabajo académico
serio sobre nuestros países y su realidad política.
En continuidad con los procesos políticos que permitieron la visibilidad
y protagonismo de los pueblos indígenas y sus expresiones políticas, la Dra.
Van Cott se concentra en los municipios donde el Movimiento Pachakutik del
Ecuador y el MAS de Bolivia gobiernan. Lo dice con la mayor claridad, algo que
se retacea por aquí:
“La LPP –Ley de
Participación Popular- que directamente resulta en la formación del MAS,
habilitando a las organizaciones del movimiento social indígena a entrar a la política local en gran número”. (Van Cott. 2008: 208, mi traducción, como las
sucesivas).
Y sabemos que fueron otra leyes más y su
implementación las que dieron lugar a la orientación
territorial que facilitó la emergencia de liderazgos distintos de los hasta
entonces vigentes, como la introducción de diputados uninominales (del que Evo
Morales fue conspicuo ganador en su respectiva circunscripción), la formación
de las TCO principalmente en tierras bajas con la aplicación de la Ley INRA, la puesta en
marcha de la EIB
con la reforma educativa y la conformación de CEPOs (Consejos Educativos de
Pueblos Originarios) permitiendo pensar pre-jurisdicciones por criterios étnico-culturales
más allá de la división político administrativa entonces vigente.
Luego de valorar méritos de la presencia de tales
organizaciones, nuestra autora sostiene:
“Estos logros tienen
alto costo que los demócratas radicales pueden ser reticentes a pagar. La
governanza en los casos estudiados está permeada por normas antidemocráticas:
el legítimo uso de la violencia y la intimidación contra los adversarios, la
monopolización del poder y la expulsión de los adversarios, la subyugación y la
humillación de las mujeres, presiones sociales para conformar el consenso
acordado por las cúpulas de líderes, y la poca consideración por los derechos
de las minorías” (idem).
Debe decirse que el estudio de Van Cott termina en
2005, por tanto da cuenta del comportamiento de municipios dirigidos por
masistas en el altiplano paceño y en el Chapare cochabambino. Anticipa lo que
hemos visto a escala nacional[1]
desde el 2007, luego del año de luna de miel inicial; aunque entonces sea
también evidente la corresponsabilidad de una oposición que en el límite le
apostó por salidas fuera del ámbito institucional; es decir que no actuó como
“oposición leal”.
Las conclusiones finales del libro, digamos el
legado de esta estudiosa, no deja lugar a equívocos, se subtitula “El valor
añadido (y sustraído) de los partidos indígenas”, señalando luces y sombras:
“En los Andes los
partidos indígenas traen al gobierno local una ética de reciprocidad, confianza
dentro del grupo y orientación al
bien común, mientras desalientan el interés egoísta y la falta de compromiso.”
(op. Cit 223, énfasis añadido)
Pero también es claro que esas virtudes y las de
autonomía y autogobierno, funcionan cuando hay la competencia de otras fuerzas
y ellos, dado que esto se
“percibe
como incentivo para cooperar. De otro modo, los partidos indígenas
frecuentemente persiguen autogobierno a expensas de principios democráticos,
tales como derechos de minoría, equidad de género, libre expresión y pluralismo
político.” (ídem 225)
Así el valor sustraído, y lo dice con la laconía y
precisión que la cosa amerita:
“Este proyecto
es radicalmente igualitario, pero no es radicalmente democrático” (id. 227, mi énfasis GRO).
Quiero transitar ahora esta reseña a un breve
homenaje. Donna ya no está entre nosotros, pues nos abandonó el 2009. No me
cabe duda que su trabajo tenía también motivaciones de orden moral, como son en
las ciencias sociales y humanas (y quizás más allá) para los trabajos de
calidad. La conocí cuando ambos éramos jóvenes en el LASA de Los Ángeles en
1992, ella entonces más activista a favor de los pueblos indígenas que scholar. Nos reencontramos a fines de
1996 cuando asistió a uno de nuestros seminarios del monitoreo de la LPP que
realizamos en la recordada Unidad de Investigación y Análisis de la Secretaría
de gobierno respectiva. Nos escuchaba atentamente y sólo tiempo después me hizo
comentarios críticos a solas, cuidando de no lastimar la confianza que le permitió
conocer de primera mano nuestros logros y dificultades como sociedad. Luego
sólo supe sus méritos académicos hasta que un colega me hizo conocer el libro
que ahora tratamos junto con la noticia de luto. Su labor intelectual tiene
valía propia, en ese enfoque tan promisorio como es el trabajo comparado; pero
su ausencia hace más notoria la necesidad de afrontar la aquilatación política
más allá de adopciones emotivas circunstanciales. Al menos eso es lo que creo
que nos toca específicamente a quienes nos dedicamos profesionalmente a estos
afanes, y en ámbitos mayores a los locales, sirva esta última admonición:
“En ausencia (de
instituciones democráticas, así sean débiles) experimentos innovadores están
muy probablemente destinados a fallar, no importan cuan bien intencionados o
diseñados sean” (Van Cott. 2008: 229-30).
PUBLICADO EN TRASPATIOS. nRO. 2, COCHABAMBA: ciso-umss, marzo 2011.
[1] Es claro que
aquí me concentro en la “parte boliviana” de su trabajo, aunque sus
conclusiones valen también para el caso del Ecuador, porque la Presidencia de
Rafael Correa tiene sus propias peculiaridades, que son parte de la historia
inmediatamente posterior a lo estudiado por Van Cott.
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