martes, 26 de junio de 2012

Contemporary Political and Socioeconomic Processes in Bolivia

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lunes, 25 de junio de 2012

Descentralización en Colombia y Bolivia y la democratización en América Andina

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viernes, 27 de abril de 2012

Reseña de Radical democracy in th Andes. El trabajo comprometido de una académica estadounidense

Posted by Gonzalo Rojas Ortuste 11:51:00, under | No comments

En nuestro medio ha pasado inadvertida la obra de una importante latinoamericanista que desde la Ciencia Política se ha ocupado centralmente de Bolivia. A diferencia de los académicos de esta disciplina, fue de las primeras en el Norte de ocuparse de los partidos indigenistas, o mejor, de la política emprendida por y con banderas de los pueblos indígenas en nuestra región. La última –luego veremos en qué exacto sentido- de las obras de Donna Lee Van Cott fue Radical Democracy in the Andes. (Cambridge University Press, New York, 2008) ya como miembro del cuerpo docente de la University of Connecticut.

En el citado libro, la autora realiza una comparación de los partidos indigenistas en Ecuador y Bolivia principalmente, en funciones de gobierno municipal. El área andina fue el ámbito privilegiado de su trabajo de investigación que a finales de los noventas hiciera con los procesos de reforma constitucional e institucional en Colombia y Bolivia publicado con el entusiasta título de The Friendly Liquidation of the Past (Pittsburg, University of Pittsburg Press, 2000), que fue inicialmente su tesis doctoral. Otro de sus libros (From Movements to Parties in Latin America:The Evolution of Ethnic Politics (2005, Cambridge University Press), entre uno y otro de los nombrados fue merecedor del premio de mejor libro en Política comparada en la rtespectiva sección de la comunidad académica de latinoamericanistas (LASA). Sirvan estos antecedentes para leer las afirmaciones a continuación como provenientes de alguien con trabajo académico serio sobre nuestros países y su realidad política.

En continuidad con los procesos políticos que permitieron la visibilidad y protagonismo de los pueblos indígenas y sus expresiones políticas, la Dra. Van Cott se concentra en los municipios donde el Movimiento Pachakutik del Ecuador y el MAS de Bolivia gobiernan. Lo dice con la mayor claridad, algo que se retacea por aquí:

“La LPP –Ley de Participación Popular- que directamente resulta en la formación del MAS, habilitando a las organizaciones del movimiento social indígena a entrar a  la política local en gran número”.  (Van Cott. 2008: 208, mi traducción, como las sucesivas).

Y sabemos que fueron otra leyes más y su implementación las que dieron lugar a la orientación territorial que facilitó la emergencia de liderazgos distintos de los hasta entonces vigentes, como la introducción de diputados uninominales (del que Evo Morales fue conspicuo ganador en su respectiva circunscripción), la formación de las TCO principalmente en tierras bajas con la aplicación de la Ley INRA, la puesta en marcha de la EIB con la reforma educativa y la conformación de CEPOs (Consejos Educativos de Pueblos Originarios) permitiendo pensar pre-jurisdicciones por criterios étnico-culturales más allá de la división político administrativa entonces vigente.

Luego de valorar méritos de la presencia de tales organizaciones, nuestra autora sostiene:

“Estos logros tienen alto costo que los demócratas radicales pueden ser reticentes a pagar. La governanza en los casos estudiados está permeada por normas antidemocráticas: el legítimo uso de la violencia y la intimidación contra los adversarios, la monopolización del poder y la expulsión de los adversarios, la subyugación y la humillación de las mujeres, presiones sociales para conformar el consenso acordado por las cúpulas de líderes, y la poca consideración por los derechos de las minorías” (idem).

Debe decirse que el estudio de Van Cott termina en 2005, por tanto da cuenta del comportamiento de municipios dirigidos por masistas en el altiplano paceño y en el Chapare cochabambino. Anticipa lo que hemos visto a escala nacional[1] desde el 2007, luego del año de luna de miel inicial; aunque entonces sea también evidente la corresponsabilidad de una oposición que en el límite le apostó por salidas fuera del ámbito institucional; es decir que no actuó como “oposición leal”.

Las conclusiones finales del libro, digamos el legado de esta estudiosa, no deja lugar a equívocos, se subtitula “El valor añadido (y sustraído) de los partidos indígenas”,  señalando luces y sombras:

“En los Andes los partidos indígenas traen al gobierno local una ética de reciprocidad, confianza dentro del grupo y orientación al bien común, mientras desalientan el interés egoísta y la falta de compromiso.” (op. Cit 223, énfasis añadido)

Pero también es claro que esas virtudes y las de autonomía y autogobierno, funcionan cuando hay la competencia de otras fuerzas y ellos, dado que esto se
“percibe como incentivo para cooperar. De otro modo, los partidos indígenas frecuentemente persiguen autogobierno a expensas de principios democráticos, tales como derechos de minoría, equidad de género, libre expresión y pluralismo político.” (ídem 225)

Así el valor sustraído, y lo dice con la laconía y precisión que la cosa amerita:
Este proyecto es radicalmente igualitario, pero no es radicalmente democrático” (id. 227, mi énfasis GRO).

Quiero transitar ahora esta reseña a un breve homenaje. Donna ya no está entre nosotros, pues nos abandonó el 2009. No me cabe duda que su trabajo tenía también motivaciones de orden moral, como son en las ciencias sociales y humanas (y quizás más allá) para los trabajos de calidad. La conocí cuando ambos éramos jóvenes en el LASA de Los Ángeles en 1992, ella entonces más activista a favor de los pueblos indígenas que scholar. Nos reencontramos a fines de 1996 cuando asistió a uno de nuestros seminarios del monitoreo de la LPP que realizamos en la recordada Unidad de Investigación y Análisis de la Secretaría de gobierno respectiva. Nos escuchaba atentamente y sólo tiempo después me hizo comentarios críticos a solas, cuidando de no lastimar la confianza que le permitió conocer de primera mano nuestros logros y dificultades como sociedad. Luego sólo supe sus méritos académicos hasta que un colega me hizo conocer el libro que ahora tratamos junto con la noticia de luto. Su labor intelectual tiene valía propia, en ese enfoque tan promisorio como es el trabajo comparado; pero su ausencia hace más notoria la necesidad de afrontar la aquilatación política más allá de adopciones emotivas circunstanciales. Al menos eso es lo que creo que nos toca específicamente a quienes nos dedicamos profesionalmente a estos afanes, y en ámbitos mayores a los locales, sirva esta última admonición:

“En ausencia (de instituciones democráticas, así sean débiles) experimentos innovadores están muy probablemente destinados a fallar, no importan cuan bien intencionados o diseñados sean” (Van Cott. 2008:  229-30).

PUBLICADO EN TRASPATIOS. nRO. 2, COCHABAMBA: ciso-umss, marzo 2011.

[1] Es claro que aquí me concentro en la “parte boliviana” de su trabajo, aunque sus conclusiones valen también para el caso del Ecuador, porque la Presidencia de Rafael Correa tiene sus propias peculiaridades, que son parte de la historia inmediatamente posterior a lo estudiado por Van Cott.

lunes, 27 de febrero de 2012

La nación boliviana debe poder expresarse en el censo venidero

Posted by Gonzalo Rojas Ortuste 14:42:00, under ,, | No comments

De nuevo, el listado de opciones de autoidentificación de la boleta propuesta para el Censo nacional que debe llevarse adelante este año ha desatado una polémica, donde la mayoría de las posiciones reinvindican incluir la opción “mestizo” en tal listado. Vamos a argumentar aquí algo inclusivo para quienes de otro modo sólo tiene una opción negativa (“no pertenece”, los que en el censo anterior fuimos “ninguno”), que creemos presenta ventajas a la demandada por la mayoría de colegas.
Digamos de inicio que las identidades sociales e individuales son varias, dependen de las circunstancias, de tipo histórico, social y geográfico; o como dicen los discursos postmodernos “contingentes y contextuales”. En una sociedad democrática esta variedad debe poder expresarse; a contramano, los regímenes autoritarios prefieren una dimensión identitaria (para cooptarla o controlarla) y cuando tiene connotaciones religiosas (de credo), éstas se hacen integristas, fundamentalistas.
Una identidad importante en el mundo contemporáneo tiene que ver con la de la ciudadanía en el Estado-nación, la nacionalidad. Esto está vigente todavía, aun hoy en tiempos de “glocalización” (globalización + localismo). Un texto clásico del tema, el de B. Anderson (1993), Comunidades imaginadas, enfatiza el rol –precisamente- de los censos, mapas e himnos nacionales en la creación desde el Estado del sentido moderno de nación. Se trata de que los miembros formales de esos estados, creados a inicios del siglo XIX para nuestro continente, se sientan parte de esa inmensa “comunidad”, a la vez limitada. En Europa fue desde mediados del siglo XVII, con la paz de Westfalia que se dio inicio al nacimiento del moderno Estado-nación, justo homogenizando territorios con soberanos de explícito credo religioso. Llevó tres siglos su configuración a escala mundial con ese formato (final de la segunda guerra mundial), por lo que debemos ser conscientes de que una construcción de tal magnitud no desaparece de un día a otro y basta ver los avances y retrocesos en la integración política continental en la Europa contemporánea.
Esta dimensión afectiva y volitiva del censo, claramente está manifestada en esta pregunta de autoidentificación, pero referida exclusivamente a las “naciones” indígena-originarias campesinas y afrobolivianas. En esta versión ya no son las 36 que se enlistan como lengua en la Constitución, sino ¡56![1]. El censo de 1992, como el de 1976 casi invisibilizaban las diferencias culturales (sólo registraban lengua materna), ahora vamos al extremo de aumentar crecientemente estas adscripciones, como si de tribalizar el país se tratara.
Tratemos de equilibrar la cuestión. Es legítimo que las identidades étnico-culturales se expresen; de hecho, gran parte de la novedad del régimen actual se basa en esa legitimidad. Pero es también necesario que se exprese la nación boliviana, no como categoría residual, sino como una positiva, con los afectos y voluntad que implica “ser en el mundo” como escribe nuestro Zavaleta en su postrer Lo nacional popular en Bolivia hace un cuarto de siglo: “…una racionalización totalmente válida porque, al menos en el mundo que vivimos, es mejor ser una nación que el no serlo y la forma de ser en la época es serlo en la forma de naciones” (p.181). Se lo debemos a nuestros héroes republicanos, los del Chaco para mayor familiaridad (la masa de nuestros invisibles muertos, diría E. Canetti).
Congruente con el Art. 3 de la CPE actual, donde la nación boliviana aparece como la nación de naciones, ésta debe poder manifestarse de manera que la inmensa mayoría tendrá al menos una identidad positiva, y de manera no excluyente dos o tres.  A las tendencias centrípetas de localización (donde hay que incluir el clivaje regional), acompañamos un fuerza de tipo centrípeto. Y verdaderamente necesitamos ese vector en los afectos y voluntades: La auditoría de la democracia Informe Bolivia 2004, que el proyecto LAPOP por M. Seligson, D. Moreno y V. Schuarz (2005: p. 39) nos coloca en último lugar (con 85%) en orgullo de nacionalidad (estatal) entre 10 países latinoamericanos y ocho de ellos están con 92% ó más. Y esto es antes de que seamos Estado plurinacional con autonomías…
Unas palabras sobre la opción “mestizo”. Como identidad sinónima del proyecto de estado homogéneo ya cumplió su ciclo político. Todos los estados, incluido el mexicano –donde tal proyecto fue explícito desde José Vasconcelos con la “raza cósmica” y en su momento exitoso, son parte ahora del constitucionalismo latinoamericano que reconoce –con grados de intensidad distinto- las diferencias étnico-culturales. Por las mismas encuestas de LAPOP –y otras con esos dos tipos de preguntas- sabemos que los “ninguno” se sienten mestizos, pero también una buena parte de los que se sienten además identificados con algún pueblo indígena. Con la categoría “boliviano/a” esa al menos doble identidad crecerá significativamente evitando que la diversidad sea dispersión.
No se trata sólo de agregar, sino de hacer patente en el cuerpo social y en sus eventuales planificadores la complejidad del asunto que nos induzca –de nuevo socialmente- a pensar la interculturalidad como encuentro enriquecedor y no de confrontación; o al menos no únicamente de ello, que en eso ya tenemos una larga tradición con notorios claroscuros. Soy consciente de que “boliviano/a” no es una categoría étnico-cultural, sino política. Precisamente por ello insisto en incluirla. Es la categoría más incluyente posible en un censo nacional, además está vigente en el mundo y lo estará por un tiempo que los nacidos en el siglo XX la seguiremos viendo por el resto de nuestros días y es posible que nuestro compatriotas del XXI también.



[1] En un taller para discutir estos temas organizado por el Instituto Prisma y la UAGRM en Santa Cruz (3-II-12), un funcionario del INE respondió que se incluyó 4 tipos de mojeño  (ignaciano, javeriano, loretano y trinitario) por solicitud mediante carta de las organizaciones de ese pueblo. Está claro que ese no puede ser el criterio de inclusión de más pueblos.