De ángeles, demonios y política. Ensayos sobre cultura y ciudadanía
Los ángeles y demonios son representaciones extremas de la condición humana, y aunque con frecuencia se asocie a los últimos con la política, también se requiere de los primeros para imaginar un orden social deseable, o al menos ésta la pretensión de este pequeño volumen.
Democracia en Bolivia hoy y mañana
"El trabajo es ambicioso e imaginativo. Es notable que Rojas-Ortuste tiene gran cuidado en cada parte del argumento. Me gusta su discusión de las tensiones, en el interior de la democracia, de la libertad y fraternidad, y en particular de la igualdad siguiendo a Dahl." John Markoff, Profesor Asociado Universidad de Pittsburgh.
La Participación popular como reforma de la polìtica. Evidencias de una cultura democrática boliviana
Por iniciativa de la Unidad de Investigación y Análisis de la Secretaria Nacional de Participación Popular, se desarrolló la Primera encuesta ciudadana con el fin de conocer la cultura política en Bolivia.
Cultura Política de las élites en Bolivia 1982-2005
"Aquí yace la riqueza del libro. El autor se distancia de la crónica política boliviana que tiene a personalizar y se acerca de lleno al hilo investigativo de Zavaleta Mercado que inserta individuos en estructuras. El resultado es una facinante "biografía de la democracia" escrita desde una mirada académica.
El movimiento étnico-campesino en el 2000 Boliviano
Este documento busca dar cuenta del caso boliviano en lo señalado previamente, es decir, de las críticas que se generan desde la óptica indígena, así como de los logros e insuficiencias (en lo político institucional y en la temática tierra-territorio) durante los últimos 20 años bajo un régimen democrático de contornos liberales.
miércoles, 7 de diciembre de 2011
Ciudadanía y “Empoderamiento”
lunes, 29 de agosto de 2011
sábado, 27 de agosto de 2011
miércoles, 20 de julio de 2011
Democracia y lucidez: Bolivia ante otra crítica oportunidad
"El que quiere reformar un estado anticuado en una ciudad libre, por lo menos debe conservar la sombra de las costumbres antiguas."
N. Maquiavelo. Discursos sobre la primera década de Tito Livio. I, xxv
En Bolivia la vida política transcurre de modo acelerado, casi febril y sin embargo tanto esfuerzo no necesariamente se trasunta en mejores condiciones de vida. Por razones que nos falta tenerlas claras socialmente, generamos condiciones para pensar puntos de despegue que luego terminan siendo frustraciones. Un importante crítico social, Carlos Medinacelli, identificó como característica boliviana la falta de voluntad perseverante. Porque no es que no le pongamos entusiasmo al asunto, a veces demasiado; tanto que nos impide ver más allá de la inmediata circunstancia y no atendemos a cuestiones cruciales para que nuestros empeños den frutos: de donde venimos? Cuáles nuestras metas que sólo siendo colectivas serán permanentes? Un proverbio francés afirma que el tiempo sólo respeta lo que se construye con su ayuda. Debiéramos hacer de esto divisa nacional, no para que la parsimonia se enseñoree, sino para que no nos gane el atropello, el falso afán.
La democracia no apareció ni se desarrolló en la historia de la humanidad en un día. Aquí, sin embargo nos referiremos a los desarrollos modernos y contemporáneos para pensar tozudamente que es posible aquí, en Bolivia, que tiene tradiciones políticas más vistosas –las masas en acción- pero más efímeras también, aunque retorne siempre entronando caudillos, más que hombres de Estado. Hay, felizmente, también otras, menos reconocidas quizás porque son menos nítidas o porque son más recientes, que tienen la modestia de las reformas –que contrapuestas a las denominadas “revolucionarias”- tiene virtudes pocas veces apreciadas en los discursos políticos, casi siempre de tonos rimbombantes y no pocas con invitaciones marciales, así sean –felizmente- de retórica en su mayoría.
(El texto in extenso aparecerá en el quincenario Nueva Crónica y Buen Gobierno en dos entregas venideras)
miércoles, 6 de julio de 2011
Preparando mi visita a Chipaya, emergente autonomía indígena
Wachtel, Nathan. 1997. .Dioses y vampiros. Regreso a Chipaya México: FCE.
jueves, 30 de junio de 2011
Bolivia entre elecciones, (muy poca) renovación democrática y plebiscitarismo
La Paz, febrero 2010.
“Y, en una república, nunca debería suceder nada que obligara a gobernar con medidas extraordinarias. Porque, a pesar de que el recurso extraordinario fuera bueno en el momento, sin embargo, el ejemplo es malo porque, si se acostumbra romper la legalidad para bien, se romperá para mal bajo la apariencia de bien”. I, xxxiv.
“Es un mal ejemplo no observar una ley hecha, especialmente de parte de quien la ha dictado, y también renovar todos los días nuevas ofensas en una ciudad es muy perjudicial para quien gobierna”. I, xlv.
Maquiavelo. Discursos sobre la primera década de Tito Livio
I. Introducción:
Este trabajo aborda brevemente la circunstancia política luego del contundente triunfo electoral del MAS a fines del 2009 y las venideras elecciones subestatales (en términos territoriales), que necesariamente parte de una caracterización de lo que se está configurando más allí de la insistente retórica del “cambio” y señala algunos elementos en perspectiva teniendo en cuenta las elecciones similares (municipales nítidas desde 1987 y principalmente desde 1995, y con el único caso de las prefecturales del 2005). Las referencias teóricas son necesarias para entender el asunto de manera menos anecdótica y con especial referencia a las implicaciones institucionales de tipo democrático.
II. Antecedentes inmediatos:
Los hechos políticos del último trimestre son elocuentes. En Dic. 2009 la apabullante victoria electoral que reelige al Presidente Morales, en enero 2010 se lo enseñorea (quizás es más claro decir que se trata de una suerte de entronización) y en Feb. 2010 se aprueba con gran celeridad la llamada “Ley Corta” por la cual el Presidente puede nombrar interinamente los más altos cargos del poder judicial. Febrero, mes del carnaval, también nos apabulló con otra noticia: el caso Patzi, relevante para nuestro tema.
En los últimos años el país ha acudido reiteradamente a las urnas para enfrentar una profunda crisis política. Luego de reiterados recursos, que se enlistan a continuación sólo de la “era Evo Morales” se pudo finalmente tener un “ganador neto”.
El uso recurrente de las urnas con una figura prominente, que ciertamente es mejor que el sólo recurso a la violencia; sin embargo utilizado casi hasta quedar exhaustos más que ciudadanos, votantes, tiene nombre conocido en la sociología política desde casi hace un siglo: “democracia plebiscitaria del líder”, de la que examinaremos sus implicaciones en la trama institucional un poco más adelante.
La posesión en Tiawanacu, que ya no tiene la novedad y el lado emotivo que casi espontáneamente se generó luego de su triunfo inicial del 2005, sino responde a una deliberada construcción de un liderazgo con elementos mesiánicos, incluida la declaración de feriado nacional, que de ser algo institucionalistas podría haber estado ligado al nuevo Texto constitucional y no a la figura que encarna el “nuevo Estado”.
Ya en febrero, el affaire Patzi ha puesto de nuevo de manifiesto que las disidencias en el seno del MAS son vistas como traiciones, ya sabemos que a los opositores los estigmas son mayores. No se trata de apoyar los intentos de continuar en la candidatura a gobernador de Félix Patzi con “apoyo de bases aymaras”, sino de destacar la manera en la cual se responde a ese no acatamiento, en lo que ya es una constante de intolerancia ya no se diga pluralismo. Con persecución de tipo penal, con acusaciones de corrupción encabezadas por el exrector universitario y actual prefecto de La Paz, quien muy pocas semanas antes nos presentaba al candidato, el Dr. Patzi, con todos los halagos imaginables.
Finalmente, la “ley Corta” inconstitucional, como lo seria con gran parte de las Const. bolivianas de cuño republicano (e. g. Art. 38 de la de 1938, Art. 62 de la de 1945). La actual CPE prohíbe expresamente:
“Art. 140.I : Ni la Asamblea Legislativa Plurinacional, ni ningún otro órgano o institución, ni asociación o reunión popular de ninguna clase, podrán conceder a órgano o persona alguna facultades extraordinarias diferentes a las establecidas en esta Constitución.
II. No podrá acumularse el Poder Público, ni otorgarse supremacía por la que los derechos y garantías reconocidos en esta Constitución queden a merced de órgano o persona alguna.”
Por si fuera poco, también lo hace en otro explícito artículo constitucional, por lo que no cable apotegma jurídico de lo que no está prohibido está permitido:
“Art. 12.I El Estado se organiza y estructura su poder público a través de los órganos Legislativo, Ejecutivo, Judicial y Electoral. La organización del Estado está fundamentada en la independencia, separación, coordinación y cooperación de estos órganos.
III. Las funciones de los órganos públicos no pueden ser reunidas en un solo órgano ni son delegables entre si.”
En las constituciones del siglo XIX (1871, 1878 y 1880, Cfr. Galindo 1991), como reconociendo la insuficiencia institucional para preservar la “inacumulabilidad del poder público” se incluye esta estipulación de tipo moral:
“b) Los diputados que promuevan, fomenten o ejecuten estos actos, son de hecho indignos de la confianza nacional.”
Como se sabe la actual CPE (Arts. 182 I, II, II ; 194 I y 198) que involucra competencias de la Asamblea Plurinacional y del Órgano Electoral y votación ciudadana para la selección primero y elección después de las cúpulas judiciales.
Cuando además sabemos que buena parte de las acefalías son resultados de procesos judiciales contra los que fueron tribunos y magistrados de las respectivas cúpulas colegiadas emprendidas por el propio gobierno, es difícil aceptar como “contingencia sobreviniente” la decisión de concentrar nombramientos por el Presidente. De nuevo, no estamos diciendo que el poder judicial no fuera deficiente en el pasado cercano (como en la mayor parte de nuestra historia), pero el “cuoteado” Tribunal Constitucional le repuso su sueldo al entonces defenestrado diputado cocalero Evo Morales e hizo que se le devolviera su curul en 2001-2. Es decir, preservó derechos ciudadanos de la oposición política.
III. Breve contexto teórico y epocal. Idea de república vs. Caudillismo.
Hay valores y principios políticos que atraviesan épocas y van decantando arreglos que permiten aminorar males políticos (autocracia, despotismo, etc.) y pertenecen al acervo del humanismo cívico que lo traigo a colación porque, además de compartir ese horizonte, tiene un centro con la vida buena (eudemonía) o “buen vivir” con resonancia tan claras a cierto discurso prevaleciente en el oficialismo hoy y que se puede asociar a comunidad de hombres y mujeres libres.
Intentar reducir a una perspectiva liberal toda la historia moderna occidental no es exacto. Por ejemplo, uno de los resguardos más nítidos la división de poderes no es exclusivamente liberal, sino que la encontramos de manera explícita en figuras señeras de la antigüedad clásica como Aristóteles y su magistral tratado Política, cuanto en Maquiavelo, el pensador paradigmático del inicio de la modernidad. Al igual que en Montesquieu, a quien suele atribuírsele indebidamente la paternidad de tal prescripción, la idea es equilibrar el poder político de manera que se evite la concentración en un solo órgano o, peor aun, una única persona. A ese ordenamiento se llamó república, ámbito de ciudadanos, no súbditos, o politeia en las palabras de Aristóteles, la polis “rectamente ordenada”.
En la Modernidad el desarrollo de la ciudadanía ha sido crucial y ello es porque se instaló el principio de soberanía popular, archivando el “derecho divino” que sustentó la monarquía. Por eso es que no combina teocracia con democracia, aunque rimen, porque la secularización del poder está en los logros irrenunciables de la modernidad occidental y aun sabedores de las dimensiones simbólicas del poder esa conquista sigue siendo vital para la construcción de un mundo razonable. Y también se hizo evidente –volviendo a nuestro recuento histórico- que había un mal, específicamente social, a combatir: la pobreza, que acompaña el nacimiento del capitalismo. Los pobres -la plebe- van a ser centrales en el escenario político de las repúblicas latinoamericanas , según el logrado trabajo de O´Donnell (PNUD 2004) que hoy está clara la ruta diferente de afirmación de derechos en este lado del mundo, distinta de la que estableció T. S. Marshall sobre la ciudadanía siguiendo el caso inglés que se tendió a ver como clásico. El fin de siglo XX ya encuentra al mundo de la “tercera ola de la democracia” intentando conciliar la igualdad republicana con la diferencia cultural, la diversidad en ese esfuerzo todavía difuso de conseguir “la cuadratura del círculo” (Touraine 1997 y 2000) más ostensible en medios como los países andinos y Mesoamérica por aquello de la “colonialidad del poder” (Quijano 2001-2), donde la glocalización no es ajena.
“Democracia plebiscitaria del líder” es en la lectura de Weber (1964), la adhesión plebiscitaria que enviste al líder del “derecho de dominación” (Mommsen 1981) que hoy no puede desligarse de un rasgo autoritario, no totalitario, que tiene enorme sintonía con la poca consideración a las normas que el Presidente Morales ha mostrado en el ejercicio de su mandato, cierto que estimulado por una oposición tampoco con ribetes de “oposición leal” en términos de apego a las leyes del Estado. Cada victoria electoral ratifica en la convicción del líder y sus seguidores más próximos, e incluso en círculos más extensos, este derecho a realizar la agenda “del cambio” y los opositores son tratados como obstáculos y defensores de sólo ilegítimos intereses. Y ya vimos que no sólo éstos sino incluso los hasta hace poco “hermanos”, que dejan de serlo en cuanto manifiestan disidencias.
IV. Los usos del sistema electoral en ámbitos subestatales
No deja de llamar la atención aquí cómo la celebración del pluralismo étnico-cultural ahora devenido en “Estado plurinacional” se combina de manera contradictoria con la erosión al pluralismo político, sin embargo decisivo en cualquier orden democrático. Así, uno de ellos (el pluralismo cultural) resulta un ropaje legitimador y se instrumentaliza contra el otro (el pluralismo político), poniendo dudas sobre la profundización de la democracia como orden político, cuando debiera ser el capital de la “acumulación boliviana”, como llamé en otro escrito, a la fuerte interpelación de la diversidad cultural y el avance ciudadano y hoy componente de la legitimidad no únicamente en Bolivia.
Por eso, las alternativas de métodos electorales para asegurar victorias son flexibles, muy en la tradición de la vieja manera de hacer política, como astucia en la oportunidad, como en el caso del Senado. En efecto, allí ya avanzamos desde los 60s del siglo XX con un senador por la primera minoría departamental , y hoy con 4 curules en el Senado por departamento en forma proporcional, es posible la totalidad de bancas para la mayoría, con efectivamente ocurrió en tres departamentos. A continuación veremos cómo eso no es regla en los ámbitos subestatales, sino más bien funcionales al predominio del líder que nos ocupa.
Las tentaciones autoritarias del oficialismo no son desde luego ajenas a las pulsiones del mismo tipo en la sociedad boliviana y en la oposición. En los estatutos autonómicos de Santa Cruz y Pando también se quiere “reyes chiquitos” con la esperanza de oponer al caudillo otros que puedan proyectarse luego de ganar “segundas vueltas” para el puesto de gobernador. En el Beni su estatuto no define el asunto y lo remite a una normativa departamental especial. Sólo Tarija se decanta por “mayoría simple” para la elección del gobernador allí.
La Ley del Régimen Electoral Transitorio (LRET) recoge en parte estas especificidades para las elecciones venideras de abril 2010 y para los cinco departamentos restantes, donde no se quiere fomentar futuros rivales, también se prescribe elección de gobernadores (según se definió en el referéndum de Diciembre de 2009 en cada uno de ellos) por mayoría simple.
Para la conformación de las asambleas departamentales y los concejos municipales hay indicaciones genéricas en la CPE que dejan margen para fortalecer elementos de cohesión, antes que seguir en la lógica de la dispersión. En la LRET sólo se hace excepción de la elección de gobernadores y/o prefectos para Santa Cruz (Art. 64.II), aunque cuando se revisa los estatutos de los departamentos de lo que se llamó “la media luna” están las variantes antedichas también en Beni y sobre todo en Pando.
Es posible, entonces, intentar tener incidencia en la elaboración de los estatutos departamentales futuros y en las cartas orgánicas municipales para introducir el sistema proporcional de asignación de puestos en estos órganos de representación. De hecho, la actual “Carta orgánica” propuesta para el municipio de La Paz (G.M.L.P. 2009) contempla para la lista separada para la elección de concejales –a diferencia de la modalidad anterior, donde el alcalde se elegía de entre los concejales, con excepción de quienes obtenían mayoría absoluta en las urnas- justamente el sistema proporcional con lista personalizada abierta.
Coincidimos pues con otros colegas –que planteamos eso en el ámbito territorialmente nacional- en la necesidad de contar con circunscripciones lo más amplias posibles donde aplicar el sistema proporcional, cierto que con posibilidad de reordenar la lista por el ciudadano/a de manera de generar tendencias centrípetas ante el resultado fragmentador de la territorialización creciente de la política boliviana.
En lo que va del proceso de reforma estatal y en particular en lo referente al tema territorial, los resultados son ambiguos en perspectiva de afianzamiento de Estado democrático. Primero hubo una mejora en la representación “espejo” de la estructura sociológica (la diversidad étnica y la presencia rural), y hoy vemos una tendencia de continuidad similar hacia ámbitos ya pequeños (municipios, regiones y aun departamentos) que es necesario requilibrar con elementos de cohesión, de pertenencias a ámbitos mayores, incluida la comunidad política moderna, hoy (pluri) nación.
La ambigüedad alcanza al conjunto del proceso actual, que de una parte por la recurrencia a las urnas muestra una opción distinta al enfrentamiento desnudo, y en tal sentido es un avance democrático al igual que el reconocimiento de la diversidad cultural con posibilidades de expresión institucional; pero a la vez ya es posible constatar el uso instrumental de la legitimación electoral para el afianzamiento de un líder que se nutre de ello para desplegar una línea de acción sin consideración a las perspectivas de los disidentes quienes al ser minoría electoral no tuvieran mucho que decir y menos que atenderse, así sea para la deliberación cívica: la democracia plebiscitaria del líder.
V. Reiteración final.
El reforzar la figura del líder por vías plebiscitarias tiene dificultades de continuidad. El propio Weber tematizó largamente eso alrededor de la idea de “rutinización del carisma”. Más importante todavía, la vigencia del líder plebiscitario es poco saludable para el ordenamiento democrático de una sociedad que ya ha abrazado el instrumento electoral, pero mantiene en su acervo el recurso de la rebeldía y el peso de frustraciones varias. Con ambos elementos se puede avanzar para afianzar una cultura política ciudadana, que es incompatible en el mediano plazo con cualquier caudillismo.
En el plano electoral inmediato, con lo conocido y analizado por elecciones subnacionales previas, sabemos que la alineación no es automática al poder político territorialmente nacional (no lo fue en la época de la “democracia pactada” en los ámbitos municipales , y menos en las justas prefecturales del 2005), por lo que analizando los resultados de abril, habrá que ajustar la normativa electoral para que a la vez que permite diversidad de nomenclatura y métodos se favorezcan opciones de conformación de gobiernos colegiados, no unipersonales, que es el caldo de cultivo y regeneración de caudillos, el gobierno antitético de gobierno de leyes. Hoy día estas leyes sólo son aceptables en la medida en que sostiene iguales derechos para los distintos miembros, y sólo por excepción “discriminación positiva”. Entre los cruciales derechos políticos está el de la disidencia, pues sin él cualquier tipo de democracia deviene su contrario.
Las preguntas
Bolivia ha tenido en su historia momentos de triunfo colectivo, de tipo político. Entre los presentes algunos quizás han escuchado ecos del abril del 52, con seguridad varios –si no todos- vivimos el octubre de 1982 con esperanza. El 2006 en enero yo he visto conmoverse a gente que parecía indiferente hacia la simbología allí expresada. Cada uno de esos sucesos ha dado sus frutos. Los textos más lúcidos del Quiroga S.C., Almaraz y Zavaleta tienen un cierto pathos de algo no realizado plenamente para el primero de nuestros ejemplos ¿qué podemos hacer para que este proceso no derive en una fiesta de unos cuántos? O, en términos asépticos, ¿cómo hacer de las reiteradas victorias electorales un proceso sostenido que nos catapulte en la región con ventajas comparativas, con horizonte de largo plazo? ¿Anulando nuestra poca modernidad política?
La de tecnología electoral: ¿Cuáles las razones para cancelar toda forma de elección por fórmula proporcional que es la que permite la representación del pluralismo –de lo más probado en la Ciencia Política-? Recordando pragmáticamente que al permitirse la expresión de diversidades (político-ideológicas) se fomentan lealtades centrípetas.
Ref. Bib.
Börth, Carlos. 2009. Adecuar los Estatutos Autonómicos… ¿qué implica? Carlos Romero y Carlos Böhrt I. 2009. Autonomías. Se hace camino al andar. La Paz: FES-ILDIS, fBDM y PNUD.
Galindo, Marcelo. 1991. Constituciones bolivianas comparadas. 1826-1967. La Paz y Cochabamba: Los Amigos del Libro.
Gobierno Municipal de La Paz. 2009. Marco conceptual, normativo y alcances del anteproyecto de carta orgánica del municipio de La Paz. GMLP- Sec. Técnica.
Hirst, Paul. 2001. El decisionismo de Carl Schmitt. Graciela Medina y Carlos Mallorquín. (Coords.) Hacia Carl Schmitt: ir-resuelto. Puebla: BUAP- International Gramsci Society.
Kelsen, Hans. 1992 (1920-1) Esencia y valor de la democracia. México: Colofón.
Mommsen, Wolfgang. 1981. Max Weber: Sociedad, política e historia. Barcelona-Buenos Aires: Laia-Alfa.S.A.
Petit, Philip. 1999. El republicanismo. Barcelona: Paidós.
PNUD. 2004. La democracia en América Latina. Hacia una democracia de ciudadanas y ciudadanos. PNUD: Buenos Aires y Lima. (Basado en un documento preparado por G. O´Donnell)
Quijano, Anibal. 2001-2002, «Colonialidad del poder, globalización y democracia», en Trayectorias. Revista de Ciencias Sociales, vol. 4, nos 7-8, septiembre /abril, Monterrey. (Su concepto clave es de finales de los 60s).
Rojas O., Gonzalo. 1998. Censura constructiva, inestabilidad y democracia municipal. La Paz: FES-ILDIS.
Roth, Guenther. 1993. Between Cosmopolitanism and ethnocentrism: Max Weber in the Nineties. Telos. N. 96. New York. Summer.
Tocqueville, A. 2003 (c. 1836-39). Democracia y pobreza (Memorias sobre el pauperismo). Madrid: Ed. Trotta.
Touraine, Alain. 1997. ¿Podremos vivir juntos? México: FCE.
Touraine, Alain. 2000. Igualdad y diversidad. México: FCE.
Schmitt, Carl. 1996 (1923) Sobre el parlamentarismo. Madrid: Tecnos.
Weber, Max. 1964 (1922). Economía y sociedad. México: Fondo de Cultura Económica.
lunes, 20 de junio de 2011
Arendt convocada a pensar la política boliviana hoy
Esta estudiosa, que habría rechazado cualquier filiación feminista, como las etiquetas al uso de conservador/progresista , ha estudiado las dinámicas y orientaciones de dos revoluciones emblemáticas de la modernidad occidental, la norteamericana y la francesa. En efecto, Hannah Arendt (1973) se decanta por la primera por razones que vale la pena presentar brevemente aquí. Los norteamericanos fundadores del nuevo Estado buscan crear instituciones para la libertad, no como los franceses que aspiraban a resolver los problemas de la pobreza, a instalar la igualdad (material). Y no es que no le importe esa dimensión en la vida humana, pero privilegia la dimensión específicamente política que es la más propiamente humana, donde se genera un orden de autoridad que es resultado del actuar en común (poder) y expresa la ley como acuerdos de largo plazo (constitución) . Preservado ese orden, es en el ámbito privado donde se resuelven los asuntos materiales, que ciertamente tiene sus dificultades y desafíos, pero esas prioridades son las que ayudan a comprender cómo el resolver (momentáneamente) las desigualdades materiales –como muchas revoluciones sociales modernas- no garantiza un orden de libertad y más bien devinieron en gobiernos autoritarios. A la inversa, la excepcionalidad norteamericana produjo un orden que perdura en el tiempo y se desarrollo con correcciones y ajustes en un proceso abierto. No hay sociedad con democracia (política) en mediano y largo plazo (medio siglo, ciclo Kondratiev) que no sea próspera económicamente; mientras que las experiencias (inicialmente) igualitarias inevitablemente derivaron en monopolios de poder de los “revolucionarios” y sociedades que implosionan.
Hasta ahí las referencias, que sin embargo quisiera complementar sucintamente aquí. Es una interpretación, creo consistente con su pensamiento, pero de suyo con nuestras actuales preocupaciones. Está claro que para Arendt la dimensión política debe mantener una cierta distancia o especificidad de la economía, por muy importante que esta dimensión sea. Y ello es así (o debe serlo), porque así se preserva aquella como campo donde los hombres se desenvuelven como libres e iguales, sin estar “contaminados” por las desigualdades manifiestas de la economía, el ámbito de la (previsible) escasez, y en ese sentido nunca puede ser el centro de la agenda pública. Las instituciones políticas son condición, entonces, para que esa libertad se proteja y la igualdad ciudadana no sea una retórica. Y ello es posible cuando a diferencia de otras versiones de la política la entienden como una relación de fuerza. Para Arendt, y su a momentos desconcertante definición de poder –inherente a la política-, al ser un actuar en conjunto, no se anula (como la previsible relación de suma cero de la otra versión) sino que es ampliable o expandible por la misma interacción favoreciendo que los concernidos en la relación, en la medida que son parte de ella, refuercen sus condiciones de libertad e igualdad y las sientan como imprescindibles en lo público.
Refs. Bibliográfícas
Arendt, Hannah. 2005. De la historia a la acción. Buenos Aires, Barcelona: Paidós- ICE/ U. A. de Barcelona.
Arendt, Hannah 1973. On Revolution. London, New York: Penguin Books.
lunes, 30 de mayo de 2011
Por qué el Mallku se yergue como el gran acusador. El movimiento étnico-campesino en el 2000 Boliviano
viernes, 27 de mayo de 2011
Democracia y pluralismo